SAN CARLOS LWANGA Y COMPAÑEROS
3 DE JUNIO

Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos. Estos son sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.

Cada 3 de junio la Iglesia Católica conmemora a los cristianos de Uganda que fueron torturados y ejecutados por órdenes del rey Mwanga entre los años 1885 y 1887. El grupo de mártires está encabezado por San Carlos Lwanga quien, junto a sus 21 compañeros, entregó la vida por negarse a participar de los impuros rituales establecidos por el rey.

Los 22 misioneros eran integrantes de la “Sociedad de los Misioneros de África”, cuyos miembros eran conocidos como los “Padres Blancos”, en alusión a las vestimentas que usaban, todas de color blanco. Esta comunidad, una Sociedad de Vida Apostólica, se había constituído años antes en Argelia (1868) con el objetivo de evangelizar a las naciones africanas.

DISPUESTOS A MORIR POR CRISTO
En los inicios de su labor misionera, los Padres Blancos se encargaron de la región de Uganda (en ese entonces, Buganda) como parte del Vicariato del Nilo Superior, establecido en 1878. Los evangelizadores consiguieron ingresar a la región, establecerse y ganar muchas almas para Dios.

En un principio, el rey Mutesa I, padre y predecesor de Mwanga, favoreció la llegada de misioneros y vio con cierto beneplácito a los nativos conversos. Algunos de ellos, laicos, llegaron a ser parte de su corte, como fue el caso de José (Joseph) Mukasa, quien fuera su mayordomo.

Justino. Durante mis primero treinta años me dediqué a estudiar filosofía, historia y literatura. Pero cuando conocí la doctrina de Jesucristo me dediqué por completo a tratar de convencer a otros de que el cristianismo es la mejor religión.

Nombre:
Carlos (Masculino)
Nacimiento:
El 1865 en Bulimu en la actual Uganda
Muerte:
El 3 de junio de 1886 en Namugongo en la actual Uganda
Celebración:
3 de junio
Proceso:
Beatificado el año 1920 por el papa Benedicto XV
Canonizado:
El 18 de octubre de 1964 por el papa Pablo IV

Alcalde. Loco debe de estar para seguir semejante religión, siendo Ud. tan sabio.

Justino. Ignorante fui cuando no conocía esta santa religión. Pero el cristianismo me ha proporcionado la verdad que no había encontrado en ninguna otra religión. Alcalde. ¿Y qué es lo que enseña esa religión?

Justino. La religión cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre de todos nosotros, que ha creado los cielos y la tierra y todo lo que existe. Y que su Hijo Jesucristo, Dios como el Padre, se ha hecho hombre por salvarnos a todos. Nuestra religión enseña que Dios está en todas partes observando a los buenos y a los malos y que pagará a cada uno según haya sido su conducta.

Alcalde. ¿Y Usted persiste en declarar públicamente que es cristiano?

Justino. Sí declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte.

El alcalde pregunta luego a los amigos de Justino si ellos también se declaran cristianos y todos proclaman que sí, que prefieren morir antes que dejar de ser amigos de Cristo. Alcalde. Y si yo lo mando torturar y ordeno que le corten la cabeza, Ud. que es tan elocuente y tan instruido ¿cree que se irá al cielo?

Justino. No solamente lo creo, sino que estoy totalmente seguro de que si muero por Cristo y cumplo sus mandamientos tendré la Vida Eterna y gozaré para siempre en el cielo. Alcalde. Por última vez le mando: acérquese y ofrezca incienso a los dioses. Y si no lo hace lo mandaré a torturar atrozmente y haré que le corten la cabeza.

Justino. Ningún cristiano que sea prudente va a cometer el tremendo error de dejar su santa religión por quemar incienso a falsos dioses. Nada más honroso para mí y para mis compañeros, y nada que más deseemos, que ofrecer nuestra vida en sacrificio por proclamar el amor que sentimos por Nuestro Señor Jesucristo.

Los otros cristianos gritaron que ellos estaban totalmente de acuerdo con lo que Justino acababa de decir.

Justino y sus compañeros, cinco hombres y una mujer, fueron azotados cruelmente, y luego les cortaron la cabeza.

Y el antiguo documento termina con estas palabras: "Algunos fieles recogieron en secreto los cadáveres de los siete mártires, y les dieron sepultura, y se alegraron que les hubiera concedido tanto valor, Nuestro Señor Jesucristo a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amen".

Fuente: www.santopedia.com/
https://www.aciprensa.com/