Hijo de Juan I de Portugal, empleaba desde muy joven sus rentas personales en el rescate de
cautivos cristianos de las manos sarracenas.
Parte en 1434, con su hermano Enrique el Navegante a una expedición contra Marruecos, entonces en manos de una
dinastía de piratas. ¿Acaso sería una premonición sobre la situación actual? Nada nuevo hay bajo el sol. Lo cierto
es que la expedición fue un fracaso y la armada lusitana hubo de rendirse y dejar a Fernando como garantía del pago
de enormes cantidades de dinero.
Las Cortes de Portugal, después de nueve años de negociaciones, dejaron morir de disentería y en manos del enemigo
a su príncipe. Fernando vivió como esclavo, encadenado y obligado a los más sucios trabajos. Soportó su desdicha
con dignidad y puso su esperanza en Dios con enorme entereza, sin renunciar a la fe ni a unos compatriotas tan
olvidadizos de su terrible suerte.
Las fuentes históricas musulmanas hablan de su vida edificante y de la veneración que suscitaba en los más piadosos
habitantes de Fez. Fernando optó por la pobreza, castidad y obediencia, en radical fidelidad a su propia conciencia.
Su cadáver descuartizado se pudrió colgado en las torres de las murallas.
Debiera ser patrono de los millones de esclavos que todavía quedan en el mundo; o de los héroes olvidados por los
suyos, o bien de los que son víctimas de los vaivenes políticos. Cuando el sacerdote don Pedro Calderón de la Barca
llegó al cielo, le recibió Fernando agradecido por esa maravilla de drama llamada El Príncipe constante.
Nombre:
Fernando (Masculino)
Nacimiento:
El 1402 en Santarem en la actual
Portugal
Muerte:
El 5 de junio de 1443 en Fez en la
actual Marruecos